lunes, 23 de marzo de 2015

PARADOR DE VIC - SAU (VIC)

PARADOR NACIONAL VIC - SAU (****)
Paraje el Bac de Sau
Carretera de Tavérnoles, km 10
08500 Vic (Barcelona)

Habitación: 103
Fecha de entrada: 5/03/2015
Tarifa: 

Donde termina una serpenteante carretera que desde Vic atraviesa Tavérnoles, a la orilla del Pantano de Sau, rodeado de vegetación, encontramos una casa típica catalana con aires algo palaciegos. Piedra gris recubre sus tres alturas con amplios ventanales de medio punto y balcones abiertos a la monumentalidad de la naturaleza que rodea el edificio. Una ordenada zona de parking nos permite dejar el coche en la misma puerta del establecimiento.

Varias escaleras (accesibles también con rampa) nos dejan en el zaguán del palacio, donde varios sofás invitan al descanso, la lectura o la charla con vistas privilegiadas al pantano, que termina allí mismo. Tres escaleras más arriba, y otra puerta más nos deposita en un gran patio cuadrado coronado en un techo con una vidriera policromada. El centro del patio lo ocupan varios sofás agrupados. Y a él, además de abrirse un corredor superior en el que se encuentran los accesos a las habitaciones, encontramos también los accesos a las zonas comunes del hotel (cafetería, restaurante, salones...). A la derecha, flanqueado por varios carteles, que ofreciendo distintos servicios del hotel (paseos por el bosque, picnics, el garaje) a veces "distorsionan" un poco el resto del ambiente elegante y tranquilo del lobby, encontramos el mostrador de recepción.

El trámite es simpático. Trámite a pesar de todo, pese a que deberían tener ya los datos de otras estancias en la cadena. Nos explica el funcionamiento del wifi (abierto, gratuito y rápido) y el horario de comedor y desayuno. Hemos llegado demasiado tarde y nos iremos demasiado pronto para disfrutarlos. Pero no hay problema. La recepcionista da una voz al interior de la recepción y aparece un joven y simpático camarero que se ofrece a abrirnos el bar para prepararnos un sándwich para cenar, y que mañana a temprana hora nos dejará preparado un desayuno sencillo, pero al menos con algo de café para despertar y algunos dulces y zumo para reponer azúcar en el cuerpo. Para que luego generalicen hablando del espíritu poco proactivo de los "empleados de lo público"...

Un generoso y moderno ascensor nos conduce al primer piso. Allí salimos al claustro superior del patio. Una gruesa moqueta en gris y rojo cubre todos los pasillos, para evitar sin duda el ruido y favorecer el descanso de los que ya duermen. Un largo pasillo con ventanas a la izquierda y puertas de madera clara a la derecha acoge las habitaciones. Quizá la iluminación del pasillo desentone un poco con el escenario. Quizá demasiado fría, quizá demasiado impersonal, igual que las cerraduras electrónicas con un pomo demasiado moderno.

Tras la puerta, la habitación resulta muy espaciosa. El pasillo de acceso es anchísimo. La moqueta desaparece en favor de una agradable madera clara, que hace la estancia muy luminosa al combinarlo con el blanco pintado de las paredes. La luz sigue desentonando un poco, y quizá el rotundo negro de los interruptores de la luz. A la izquierda hay una puerta que comunicará con la habitación contigua en caso de que el huésped lo necesite, y un espejo de cuerpo entero. A la derecha, la puerta del baño y el enorme armario, vestido con colgadores largos, cortos, baldas, cajones y una caja fuerte. 

Un paso más adelante el dormitorio. Enorme, de techo alto. Rematado al fondo por un balcón con amplísima terraza, con dos sillas y una mesa, que ofrece vistas a la puerta principal, aquí abajo, y al amanecer sobre el pantano y las sierras que lo circundan allí enfrente. Dos camas blancas, con un plaid en tonos arenas a juego con el cabecero en madera y tela. Junto a las camas, sendas mesillas con el teléfono, interruptores y enchufes suficientes. Sobre ellas dos lámparas de noche en las que luz sigue jugando una mala pasada a la estancia. Demasiado tenue para la lectura y demasiado fría para crear un ambiente acogedor o de relajo. A los pies de las camas, un maletero al que se une un pequeño escritorio que prácticamente se encuentra ocupado con el gran televisor de plasma y unos cuantos folletos y revistas de la cadena. Bajo el escritorio, el minibar. Delante, un espejo y un par de enchufes bajo él para poder trabajar. En el rincón del fondo dos butacas y una mesa baja. 

La cama resulta cómoda. El colchón adecuado y la almohada deliciosa. La lencería es de la mejor de la cadena: sábana, manta y colcha nos arropan durante la noche. El aire acondicionado, manejado desde un complejo display con sólo dos botones, resulta demasiado ruidoso para dormir con él. Aún así, la estancia mantiene la temperatura. El silencio es sepulcral. La insonorización hacia fuera es fenomenal, y hacia dentro igual. Quizá el foscurit del balcón se quede un poco corto en los laterales y deje pasar parte de la luz que proviene de las luminarias exteriores del edificio, y de los primeros rayos de la mañana.

El baño se quedó a mitad de renovación. Pero al menos, dejaron la calefacción, cosa que ya no se estila en otros baños y que en este agradecemos especialmente por lo frío de la mañana. Mármol blanco y gris en el suelo y una porcelana algo anticuada en las paredes. Presenta, por separado, tras una puerta el inodoro y el bidet, de nueva factura, y por otro, una enorme encimera de mármol sobre la que se sostiene un espejo y que acoge dos lavabos. La grifería, aunque impecable, recuerda a otra época. Un mando para el agua caliente y otro para la fría. Entre los dos lavabos, sobre una pizarra negra se presentan las amenities. Del formato clásico de la cadena en verde pastel y blanco: gel, champú, acondicionador, crema corporal, un lustrazapatos, un calzador, un peine, un gorro de ducha y una pastilla de jabón. 

Dos enormes toallas de baño y cuatro de lavabo, casi nuevas y de excelente prestancia completan la lencería de baño. Todo lo bueno se viene un poco abajo en la bañera. Sin duda es de nueva factura, pero sigue manteniendo una trasnochada cortina blanca y a la ducha le falta bastante de caudal y presión. Bastante.

Aunque madrugamos mucho, tal y como nos prometieron la noche anterior, en el centro del bar encontramos una mesa perfectamente vestida con una jarra de zumo, una botella de agua, una jarra de café y un plato con bollería. En recepción los trámites de salida son, de nuevo, trámites, pero vestidos de cordialidad y ayuda para continuar nuestro viaje. 

El viaje fugaz, la cálida acogida y el sobrecogedor amanecer que presenciamos nos hace anotar el Parador en el libro de visitas pendientes a repetir con más tiempo y calma. 

Calidad/precio: 
Servicio: 9
Habitación: 8
Baño: 6
Estado conservación: 8.5
Valoración general: 8

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