miércoles, 6 de julio de 2016

GRAN HOTEL LOS ABETOS (SANTIAGO DE COMPOSTELA - LA CORUÑA)


GRAN HOTEL LOS ABETOS (****)
Calle de San Lázaro s/n
15820 Santiago de Compostela (La Coruña)


Habitación: 2154
Fecha de entrada: 29/06/2016
Tarifa:

Fuera de la ciudad, justo enfrente de la entrada a la misma por el Camino de Santiago, un complejo hotelero con estupendas instalaciones para bodas y reuniones. Dos robustos edificios de piedra gallega rodeados de jardines. Una carretera interior rodea ambos. En el edificio principal, el más alto y esbelto y también el más cercano a la autopista, acoge algunas habitaciones además de los servicios comunes (recepción, salas de reunión, restaurante, piscina…). En el otro, de dos plantas y algo más alargado recibe las habitaciones.

Una puerta corredera da acceso a la finca. Seguimos por una carreterita entre los dos edificios con una zona de aparcamiento a ambos lados, hasta que a la izquierda encontramos un pequeño tejado porticado y ajardinado, donde parar los coches, para acceder a la recepción. Allí está también el autobús que regularmente lleva a los huéspedes hasta el mismo centro de la ciudad. Puertas correderas acristaladas nos dejan en un espacio  elegante, amplio y muy luminoso. A diferentes alturas. A la derecha, el mostrador de recepción; a la izquierda un espacio elegante con sofás, chaiselonges y butacas para la tertulia, y bajando unos escalones los ascensores y la cafetería con más zona para estar y una pared acristalada enorme con vistas a la entrada de la ciudad, que llena de luz la zona. Suelo de mármol, paredes en tonos marrones.
El mostrador de recepción es de madera sobre una base de mármol. Robusto, con un punto antiguo. Despejado de todo. Apenas unas flores y una pantalla con imágenes del hotel. El trato tras él es frío y distante. Y súper procedimentado: el DNI, un móvil, un mail, la tarjeta de crédito… datos, datos y datos. Preguntamos por la wifi que es abierta y gratuita. El problema es que en el edificio de habitaciones, aunque reclamamos dos veces que no funcionaba no conseguimos conectarnos. En el edificio principal sí que funcionaba. Y no mal.

Nuestra habitación está ubicada en el otro edificio, así que cruzamos la carreterita y bajo un pórtico entramos en una calle adoquinada y cubierta con cristal en la que a modo de casitas se encuentran las habitaciones. Cada habitación tiene dos plantas y una zona situada junto a la puerta, y cubierta, en la que se puede aparcar el coche. Todo construido al más puro estilo de villa gallega: ventanales blancos, piedra de la zona… Antes de la puerta, un felpudo con el logo del hotel. Y a continuación una puerta de madera clara con pomo dorado en el que insertamos la tarjeta.

La puerta se abre hacia fuera porque en el interior encontramos, nada más pasar el marco, cinco escalones. Paredes marrón verdoso, suelo de parquet marrón oscuro protegido con una enorme y tupida alfombra en tonos verdes, crudos y rojos. Techos blancos con vigas de madera. Sensación de calidad, clasicismo y acogida. Luces puntuales de lámparas con tulipas colgadas de la pared, una lámpara de pie en una mesa y otra junto a una enorme butaca de lectura. Es una zona de estar: un sofá doble rojo con cojines en verde, sobre el que cuelga un cuadro, una mesa de centro de cristal y madera, y una auxiliar con una lámpara y un teléfono. Frente a él un potente armario exento, de dos pisos, en el que hay una televisión y un enorme y algo viejo minibar correctamente surtido. Unas cortinas verde y rojo ocultan un balcón con una generosa terraza cubierta, acristalada y  amueblada (una mesa y unas butacas) que da al jardín trasero de la finca. Entre la barandilla de la escalera que sube de la calle y la que sube al dormitorio hay una butaca orejera con reposapiés de corte clásico a juego con el sofá. Junto a ella una lámpara de lectura de pie.

Subimos otras escaleras y a la derecha nos encontramos el baño y de frente el dormitorio tras atravesar otra puerta de madera clara. Suelo de parquet oscuro casi totalmente cubierto por una alfombra a juego con la del piso inferior. Paredes y techos en los mismos tonos. El espacio es el adecuado para el dormitorio. Un maletero de madera con un protector de pared a juego; un escritorio de madera rematado en cristal con una silla de color rojo algo incómoda para el trabajo. Sobre el escritorio un enorme plasma y junto a él un enchufe para el portátil y una lámpara de pie.

Frente al escritorio, la cama. Son dos camas individuales, algo estrechas cada una (90cm) pero cubiertas por un único nórdico blanco y elegante decorado con un plaid a los pies en color rojo. Cómodas sin más. A ambos lados, sendas mesillas, clásicas de madera, con lámparas de tulipa ancladas a la pared. En ambas mesillas hay un enchufe para los gagdets tecnológicos y un interruptor para apagar esa lámpara. Los interruptores de toda la estancia chirrían un poco con el resto de la decoración. Con una decoración tan “clásica” quizá pegaría otro tipo de diseño. Antes de acostarnos debemos ir apagando, desde el piso de abajo, todas las luces y lámparas, que algunas se apagan con interruptor de pared y otras con algún interruptor en ellas incrustadas.. En la pared del fondo del dormitorio y tras unos pesados cortinones de color burdeos encontramos una ventana con vistas a “la calle principal” y su peculiar techumbre de cristal. Un armario empotrado de puertas correderas completa el mobiliario del dormitorio. Tras una puerta, unas cuantas baldas a distinta altura y la caja fuerte, y tras la otra, un perchero colgado desde lo profundo y extraíble.  

El aire acondicionado es efectivo y se maneja desde un display situado junto a la puerta, con una rueda de temperatura, un interruptor de potencia y otro de encendido y apagado. Funciona ruidosamente, aunque no necesitamos encenderlo por la agradable temperatura exterior. El lugar es tranquilo pero se escucha bastante lo que ocurre en las habitaciones contiguas y en “la calle principal” a la que se abren las habitaciones. Dentro del dormitorio hay un punto de luz casi en el suelo que mantiene iluminada la habitación durante toda la noche. Sobre el armario hay una luz de emergencia que también se mantiene encendida.
El baño resulta amplio. Quizá la iluminación podría resultar más efectista. Al encender la luz, se activa un ventilador que produce un molesto ruido. Suelo de granito gris y paredes de mármol color arena rematadas en una moldura blanca que lleva al techo. El lavabo, incrustado en una encimera de mármol negro presenta una grifería plateada de corte clásico, con un mando a cada lado y un grifo central. Sobre él, un espejo con marco barroco dorado. El set de amenities, personalizado para el hotel, es generoso: champú, gel, crema hidratante, gorro de ducha, kleenex, lustrazapatos. Dos vasos y un secador de escasa potencia.
Un inodoro, un bidet y una bañera con una ducha con grifo de teléfono de alcachofa grande. La potencia y el caudal son estupendos pero la temperatura oscila un poco. Fluctúa entre el frío y el calor… El juego de lencería: dos toallas de lavabo y dos de baño es generoso de tamaño y de calidad correcta.

Por la mañana, el desayuno se sirve en un bullicioso salón del edificio principal con vistas a la entrada de la ciudad. Café correcto y un variado surtido de platos calientes (huevos fritos, revueltos, salchichas, bacon), fiambres (jamón de york, pavo, jamón serrano, chorizo, lomo…), quesos, salmón… y de bollería (croisants, tartas de almendras, de manzana, bizcochos…).

En la recepción, a la salida, el mismo trato distante y frío de la llegada.

Calidad/precio: 
Servicio: 6

Ambiente: 7
Habitación: 7

Baño: 7
Estado de conservación: 8.5

Desayuno: 8
Valoración General: 7

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